Para visitar esta formación rocosa que alcanza 348 metros de altura es necesario contar con el permiso de los aborígenes anangu, quienes son los guardianes de este lugar sagrado y sirven como guías turísticos. Si lo logra, podrá disfrutar del encanto de este mítico lugar que adquiere su mayor esplendor en las puestas de sol porque su color se torna rojizo. En las épocas más húmedas, la roca adquiere una tonalidad gris plateada, con franjas negras debido a las algas que crecen en las fuentes de agua. Pero tenga cuidado porque aquí no todo está permitido: no se puede escalar y hay algunos sitios que están vedados para cámaras de fotografía y video.
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