marți, 7 iunie 2011

PIRÁMIDE DE KEOPS




PIRÁMIDE DE KEOPS



Cuando Keops, faraón de la IV dinastía, en el año 2640 antes de Jesucristo, ordenó la erección de una tumba que por su altura y majestad debía ocultar el sol, se destinaron para ello 100.000 esclavos que trabajaron durante 20 años. Eran negros, hebreos y berberiscos hermanados por los mismos sufrimientos. Juntos compartieron el escaso alimento, derramaron su sangre bajo el mismo látigo de los guardianes y murieron por las mismas fatigas. Para que nadie pudiera conocer la entrada de la celda sepulcral, a la terminación de la obra los sobrevivientes fueron ejecutados.
Durante esos 20 años, Egipto conoció privaciones y miserias. Se cerraron los templos, se redujeron las ceremonias religiosas, se aplicaron fuertes impuestos y se ordenó a los hombres libres ayudar a los esclavos. Dos millones trescientos mil bloques calcáreos de dos toneladas y media de peso cada uno, fueron levantados uno encima de otro hasta 147 metros de altura.
Para cumplir esa enorme tarea se disponía de escasas y elementales maquinarias: los mineros utilizaban cuñas de madera mojada que, clavadas en la piedra, la quebraban al dilatarse; los transportadores acarreaban los bloques a lo largo del Nilo sobre enormes balsas, y luego sobre trineos hasta la meseta de Al Gizah, recorriendo una ruta que había costado diez años de trabajo.
Los esclavos encargados de la pirámide levantaban los bloques de una a otra grada, más con la fuerza de sus brazos que con la rudimentarias grúas formadas con troncos de árboles, las únicas conocidas.
Cinco mil años pasaron desde entonces. La pirámide de Keops, única sobreviviente de las siete obras que los antiguos llamaron "maravillas del mundo", queda, casi intacta, como grandioso testimonio de una civilización desaparecida.

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